viernes, 21 de noviembre de 2014

Alonso y Ferrari, cinco años desperdiciados

Se acabó el amor, se acabó la paciencia, se acabó el crédito. Ferrari comunicaba ayer lo que ya hacía semanas, meses, que se gestaba: el divorcio consensuado de la Scuderia y Fernando Alonso, después de cinco años de relación infructuosa, y la consiguiente contratación de su relevo, Sebastian Vettel, por tres temporadas. 

Un mes y medio ha tardado Maranello en hacer oficial lo que el tetracampeón alemán convertía en exclusiva el 4 de octubre pasado en Japón, haciendo el spoiler más esperado de los últimos años en la Fórmula 1. Desde entonces, el adiós de Alonso ha sido la noticia más previsible -y menos noticia-, por obra y gracia de un departamento de Comunicación de Ferrari que ha estado a la altura de su F14T. Una vez más, como en este último lustro, Vettel y Red Bull fueron más rápidos que Alonso y Ferrari.

El idilio con Ferrari apenas le ha llegado a los cinco años. En su quinto curso en la Meca de la F-1, la escudería más ilustre y emblemática, aquella con la que aspiraba a volver a ser campeón, el piloto asturiano ha acabado de dinamitar los puentes que le quedaban y su crédito se ha consumido totalmente. El distanciamiento entre el equipo y el piloto, evidenciado en sucesivos episodios a lo largo de los últimos meses, ha derivado en ruptura, en divorcio pactado. Ferrari le perdona la penalización por romper el contrato (le quedaban dos años más, hasta el 2016), y Fernando se va sin hacer ruido, y, claro, dejando de cobrar la millonada que tenía pactada como piloto mejor pagado de la parrilla (alrededor de 25 millones por año).

Al cabo de estos cinco años (2010-14), el resultado de la relación no puede catalogarse de otro modo que no sea fracaso. Un fiasco en toda regla. Alonso se marchará de Ferrari el domingo, en Abu Dabi, sin ningún título mundial, con un discreto 11,45% de victorias (11 en 96 GP), una buena regularidad en el podio (45,8%, 44 en 96 GP) y un anecdótico 4% de poles (4 en 96 GP). Datos irrefutables que evidencian que los resultados no son lo que se esperaban de unir en matrimonio al considerado mejor piloto de la parrilla (en el 2010) y al mejor equipo, como así escribieron (escribimos) buena parte de los analistas. Las expectativas no se han cumplido. Sólo hace falta recordar que Alonso era considerdo en Ferrari, en Italia entera, el mesías que tenía que guiar hacia el éxito a una Scuderia que llevaba desde el 2007 sin ganar un Mundial. Y ahí sigue.

¿Qué ha fallado en este lustro? El coche -apuntan la mayoría-, el equipo y el piloto, pero sobre todo, Alonso ha tenido el infortunio de coincidir con la mejor época de Red Bull, de estar en el sitio y el lugar equivocados. En la era de la aerodinámica, los inventos de Adrian Newey hicieron volar a los bólidos de la escudería energética y a Sebastian, que en esta época se ha convertido en tetracampeón (2010-2013), con un coche muy superior a los de la competencia. En ese dominio apabullante, Alonso aún pudo optar al título en dos ocasiones: en 2010, cuando perdió el Mundial en la última carrera de Abu Dabi por un clamoroso error de estrategia del equipo y la incapacidad de Alonso de adelantar a Petrov en toda la carrera; y en el 2012, cuando el asturiano llegó vivo también hasta la última carrera, en Brasil. Dos subcampeonatos, que sumado al del 2013, son los principales premios (de consolación) que se lleva el asturiano.

Sin embargo, la relación entre Ferrari y Alonso, sin frutos en lo deportivo, en lo personal ha acabado recordando a la que vivió en el 2007 en McLaren -su próximo equipo, en teoría-, cuando acabó solo, sin aliados, tras enfrentarse a Ron Dennis. Sin la beligerancia de entonces, el asturiano ha ido perdiendo alianzas y mediadores a medida que no han llegado los éxitos a Maranello: perdió a Stefano Domenicali, su gran defensor ante el equipo y la prensa, sacrificado por Montezemolo después del GP de China; se ha enemistado con su sustituto, Marco Mattiacci, con el que nunca llegó a sintonizar; y cortó también la cuerda con Luca de Montezemolo antes de que el presidente lo dejara (dimitió el 10 de septiembre). Un antes y un después marcó aquella salida de tono de Alonso en Hungría 2013, caundo el asturiano deseó "el coche de los otros (el Red Bull)" para su cumpleaños y el presidente le tiró de las orejas en público.

En la última media temporada, ya sin posibilidades de hacer nada en el Mundial ante el dominio abrumador de los Mercedes, la convivencia de Alonso en Ferrari ha sido una cuenta atrás para despedirse y no hacerse más daño. De quejarse por no tener un coche suficientemente competitivo, a adoptar una actitud resignada, estoica, desganada. Así ha acabado Fernando en Ferrari. De ser considerado el mesías, el guía salvador, el nuevo Schumacher, a irse por la puerta de servicio, como uno más, como un piloto pequeño que no deja ninguna huella. Cinco años desperdidicados.